Así
llamo yo a una mudanza. Por eso estresa e inquieta, por eso agobia y altera.
Porque un hogar no es inmediato, un hogar se va haciendo poco a poco y un día...
se siente. Las cosas van buscando su lugar hasta que se acomodan bien, y tú con
ellas. El espacio se va vistiendo despacio. Y un buen día cruzas la puerta y
ya no sólo es tu casa, es tu hogar. Hablas de él, y él de ti.
Ocho
años completos he habitado en una bonita casa que no sentí desde el principio como
hogar. Eso llegó después, con el tiempo, con las vivencias y convivencias.
Por
eso, una vez conseguido, desnudar de nuevo sus paredes me ha provocado cierta
resistencia emocional, a pesar del gran entusiasmo que me genera el nuevo escenario.
El cambio te hace consciente del tiempo vivido. Ilusión, transigencia,
aprendizaje, pérdida, amistad, crecimiento, esfuerzo, alegría, recompensa, y
más alegría. Lo encajas en espacio y en tiempo. Ya no se diluye en el pasado.
Y
ahora, un nuevo comienzo se abre paso. Un compartir con esperanza y
expectación. Vuelvo a sentirme en una casa, pero paulatinamente los muebles
reciclados, las cortinas rojas, el despacho calmado, esa foto de Elliot Erwitt,
la preciosa familia tallada en el tronco de madera y mis queridos libros, películas
y sombreros van encontrando su sitio. Y el nuevo hogar está en camino…
Cristina _ACGP Arquitectura
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