viernes, 28 de febrero de 2014

El traslado de un hogar...

Así llamo yo a una mudanza. Por eso estresa e inquieta, por eso agobia y altera. Porque un hogar no es inmediato, un hogar se va haciendo poco a poco y un día... se siente. Las cosas van buscando su lugar hasta que se acomodan bien, y tú con ellas. El espacio se va vistiendo despacio. Y un buen día cruzas la puerta y ya no sólo es tu casa, es tu hogar. Hablas de él, y él de ti.

Ocho años completos he habitado en una bonita casa que no sentí desde el principio como hogar. Eso llegó después, con el tiempo, con las vivencias y convivencias.

Por eso, una vez conseguido, desnudar de nuevo sus paredes me ha provocado cierta resistencia emocional, a pesar del gran entusiasmo que me genera el nuevo escenario. El cambio te hace consciente del tiempo vivido. Ilusión, transigencia, aprendizaje, pérdida, amistad, crecimiento, esfuerzo, alegría, recompensa, y más alegría. Lo encajas en espacio y en tiempo. Ya no se diluye en el pasado.

Y ahora, un nuevo comienzo se abre paso. Un compartir con esperanza y expectación. Vuelvo a sentirme en una casa, pero paulatinamente los muebles reciclados, las cortinas rojas, el despacho calmado, esa foto de Elliot Erwitt, la preciosa familia tallada en el tronco de madera y mis queridos libros, películas y sombreros van encontrando su sitio. Y el nuevo hogar está en camino…

Cristina _ACGP Arquitectura

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